¿Qué tiene que pasar para decir “a la chingada las chingaderas”?

Mónica De Salazar
9 min readMay 31, 2023

Todo va bien hasta que solo algo cambia, y todo cambia.

Luego de un mes de estrés esperando resultados médicos, me entero de que apareció un tejido precanceroso que se identificó en buen tiempo y el pronóstico parece ser favorable. Pues muy bien, menos mal. Bien por la prevención, la identificación temprana y demás, pero… ¿y con qué me quedo al recibir esta noticia que pudo ser mucho menos favorable?

Me quedo con que a la chingada las chingaderas… y mis chingaderas.

Muchas veces veo a personas en dinámicas personales que no me parecen las más convenientes para su salud y bienestar en general, tomando decisiones que me resultan curiosas, y no recapacitando acerca de ello. Cuando veo algo así, me viene la idea: ¿Qué tiene que pasar en la vida de esta persona para que salga de esa inercia y reconduzca?

Y hoy me pregunto: ¿Qué tiene que cambiar en mi vida a partir de este evento que pudo ser mucho peor? ¿Qué aviso me está dando esto?

Mi interpretación es justamente que a la chingada las chingaderas. Y vaya que han existido inmensas chingaderas en las que se me han ido grandes pedazos de vida, paz mental y por supuesto salud.

El valor de saber(se) poner límites

Vivimos como si tuviéramos la vida comprada, o como si nos sobrara tiempo sobre la faz de la Tierra. Y no, y por eso tenemos que poner(nos) limites.

Hace algunos años conviví con una personita muy particular con quien todo fluía maravillosamente en la medida en que yo dejara que hiciera su voluntad. Hasta que un día me cansé de ese tipo de dinámica en mi vida, y comencé a poner límites con esa persona y otras personas aún si se pudiera llegar a arruinar más de un vínculo. Luego un día esa personita me dijo en medio de una discusión que yo ya no era esa persona tan fácil de llevar como había sido anteriormente, y que me había convertido en un coñazo. Claro, un comentario típico del tipo de persona que pone las cosas a su favor y no a favor del bienestar común.

Luego en otro momento, tuve un terapeuta a quien le dije en la primera sesión que lo más importante para mí era que si notaba que estaba dándole la vuelta a mi responsabilidad o algo por el estilo, por favor me lo hiciera notar porque genuinamente tenía (y sigo teniendo) interés en progresar y no podría realmente lograrlo si me permito autoengaños y evasiones. Varios meses después en otra sesión atravesaba una situación en la que tenía que poner límites y mi terapeuta me dijo: El límite te lo pones tú, no se lo pones a otras personas.

Claro, es que el límite te lo pones tú… porque de quien te tienes que hacer responsable es de ti. Lo que hacen otras personas es lo que es, pero es de nosotrxs de quien depende nuestro autocuidado.

Así que sí, es crucial importante poner(se) límites.

Resulta que tú mismx te estás haciendo chingaderas al dejar pasar cosas que te hacen daño emocionalmente, financieramente, personalmente, en términos de salud y en muchas otras dimensiones solo porque primas el cuidado de vínculos, de la imagen de no ser una persona áspera, de no quedar en ridículo en una situación social, ode no parecer una persona de tal o cuál manera, entre muchas otras. El eterno“qué dirán”; pues que digan lo que les apetezca.

Ah, ¿y entonces tengo que pasar encima de otras personas mi supuesto autocuidado es primero? No nos confundamos, que nunca falta alguna persona que va de lista y se quiere acomodar las cosas a su favor cuando está haciendo chingaderas a las demás personas creyendo que eso es su autocuidado. No cariño, si para que tú te sientas bien o menos mal, otras personas tienen que perderle a su bienestar emocional, paz mental, tiempo personal, enfoque en sus metas personales y demás, no te engañes… les estás haciendo chingaderas porque no sabes manejar tu autocuidado de manera independiente y no nociva para los demás. Además, ¿te tomaste la molestia de preguntarles si tienen tiempo, ganas o energía emocional para lo que tú requieres? ¿Te detuviste a pensar que tus problemas no son los únicos y que tal vez esas personas están lidiando con sus propias cosas?

Saber poner(se) límites es una práctica que no siempre resulta sencilla de incorporarse en nuestras vidas porque lamentablemente existe una percepción de que una buena persona es paciente, tolerante y buena escucha; así como existe la percepción de que una persona que no cumple con esas actitudes no es tan buena persona. ¿Y a quién le gusta dar la percepción de no ser una buena persona?

Hay que saber en qué momento parar

Una de mis mentoras favoritas decía que puede reinar la oscuridad reine en una caverna por milenios, pero basta un solo rayo de luz para que eso cambie… y visto así, más vale tarde que nunca.

Puede ser que vengamos de todo lo más difícil, jodido e injusto de la vida. Podemos venir de experiencias personales espantosas, de años de malestares de muchos tipos, de infinidad de abusos, rechazos, fracasos, abandonos, vínculos dañinos y lo que podamos nombrar. Y también tenemos el poder de decisión de buscar que entre ese rayito de luz en nuestra negra caverna personal y parar de sufrir como un hábito para transformarlo en algo diferente. No se sabe si radicalmente mejor, pero sí diferente como un primer paso… y ese rayito tiene que ser sí o sí una visión nuestra. Por supuesto, existen personas en situaciones de precariedad extrema que no tienen acceso a muchas herramientas de mejora personal y es difícil hacer cambios en determinadas situaciones, ¿estás tú en una situación de precarieda extrema?

Esto se relaciona con poner límites porque muchas veces es fácil tener una postura personal en la que nos identificamos como víctimas de todas las chingaderas que nos han ocurrido en la vida. Las chingaderas que nos hicieron nuestras familias, las chingaderas, abusos y rechazos que nos hicieron en la escuela, las chingaderas emocionales que nos hicieron nuestras ex parejas de la chingada, las chingaderas que nos hicieron nuestrxs socixs, jefxs, clientes y básicamente toda esa gente hija de la chingada que anda suelta por la vida. Y no es que sea mentira que eso haya pasado, sí que fueron chingaderas, pero hay que saber en qué momento parar de recochinearse en el victimismo, y de estar ordeñando todos los días los beneficios secundarios de vivir en modo víctima.

Aquí entra otra chingadera que frecuentemente nos hacemos creyendo que no y que no es cierto: los beneficios secundarios.

Comúnmente existen acuerdos no verbales; cosas tan universales como que supuestamente “todas las personas somos iguales”, cuando evidentemente cada vez hay menos igualdad. Desde ese ángulo, si una persona considera que está rompiéndose el acuerdo de la supuesta igualdad, una respuesta prácticamente automática a nivel emocional es el resentimiento. Dicho resentimiento fácilmente se asocia con una sensación de ser víctima y de molestia, lo que en más de una ocasión da a que las personas resuelvan el acuerdo no verbal roto con actitudes que pueden materializarse como un reclamo, indirectas o algún nivel de venganza.

Ahora imagínate que tú ya de por sí traes atorada una necesidad de que te vean, escuchen, valoren, respeten, consideren, den afecto o cualquier otra cosa. En principio ya eres una persona propensa a estar muy pendiente de cualquier situación donde cualquiera de tus necesidades no sean una prioridad para las demás personas. ¿Eso les convierte automáticamente en personas hijas de la chingada? No necesariamente, les convierte en personas para quienes tus necesidades personales no son una prioridad.

Se hace importante saber en qué momento parar de relacionarte con personas que no ves que te den la importancia que tú consideras que mereces, y también se hace necesario saber en qué momento parar de creer que toda la gente está contra de ti. Es valioso detenernos a reflexionar objetivamente sobre nuestra percepción de todo lo que nos acontece cuando sistemáticamente nos encontramos con una percepción de que todas las personas nos quieren joder, de que todo nos pasa, y de que somos víctimas.

Debemos saber en qué momento parar de ser víctimas porque puede ser que solo estemos acumulando resentimientos que de ninguna manera nos ayudan a vivir mejor, a relacionarnos mejor, ni a tener una vida más saludable física y mentalmente.

Mi postura personal es que si yo permití o si no supe cómo no ser propensa a una chingadera, es mi responsabilidad personal identificar qué pude hacer diferente y qué pasos puedo tomar para cambiarlo. Esto de ninguna manera es un autoregaño, lo veo desde la perspectiva de la toma de responsabilidad.

La responsabilidad personal: reto de todos los días

Es más fácil echarle la culpa (que pienso que es una versión mutante de la responsabilidad) a lo que se pueda o a quien se deje, que decir “asumo mi responsabilidad”. Claro, una persona sufridora comúnmente recibe los beneficios secundarios de cualquier persona que dice “ay, pobrecita esta persona a la que todo le sale mal”. No es como que realmente hayan muchos comentarios del tipo “wow, qué toma de responsabilidad personal”, “es impresionante la manera en que X asume su responsabilidad”, y además dudo que a muchas personas les convenga que se normalice la toma de responsabilidad porque entonces ya no se valen muchas cosas que se pueden justificar tan fácilmente con un “es que”, seguido por cualquier frase que trate de legitimar algo que podría haberse manejado de otra manera al haberse echo responsable.

Si tenemos malos hábitos de alimentación, sí es nuestra responsabilidad mejorar nuestra alimentación para cuidar nuestra salud.

  • Si las personas son abusivas en general, es nuestra responsabilidad aprender a negociar y mejorar nuestros límites interpersonales.
  • Si siempre nos toca un montón de tráfico, es nuestra responsabilidad organizar mejor nuestros tiempos y preverlo.
  • Si nuestra salud es un problema para atender nuestros compromisos, es nuestra responsabilidad evitar tomar compromisos en los que no vamos a poder cumplir.
  • Si no tenemos tiempo para nuestros proyectos, es nuestra responsabilidad ser realistas y saber que algo puede salir mal.
  • Si no tenemos dinerito para algo que queremos, es nuestra responsabilidad cuidar nuestras finanzas personales y evitar hundirnos en deudas.
  • Si tenemos problemas emocionales, es nuestra responsabilidad buscar sanarlos y evitar generarnos problemas con evasiones, y situaciones de las que luego no es fácil salir.

Como éstos hay infinidad de ejemplos… y estos que nombro no son señalamientos sino cosas en las que he tomado responsabilidad y que además noto que son comunes.

Las cosas de las que tenemos que tomar responsabilidad, especialmente las que no nos gustan, son nuestras autochingaderas. Podemos hacernos daño en diversas dimensiones al no tener autodisciplina, al no darnos indicaciones a nosotrxs mismxs, y al darnos según qué indultos porque “pobre de mí, es que mi vida está llena de chingaderas”. Algo que me digo cuando me noto en una situación así es: Si tú lo permites o tú lo provocas, eres responsable.

Muy importante subrayar que no estoy con esto diciendo que no existan situaciones de desgracia y en las que las personas podemos ser víctimas, como cuando hay desastres naturales, violencia social y muchas otras cosas que son auténticas chingaderas de la vida.

Lo que sí estoy nombrando es la importancia de hacernos responsables y de evitar hacernos las víctimas en situaciones donde sí tenemos la posibilidad de hacerlo diferente pero no lo hacemos y luego tenemos consecuencias desfavorables que pueden convertirse en refuerzo de la identidad de víctima. ¿Es verdad que en tantísimas chingaderas que nos han sucedido no podríamos haber hecho algo diferente? ¿Es verdad que no podríamos haber reaccionado de otra manera? ¿Es verdad que no pudimos haber sido más firmes en nuestras posturas y decisiones? ¿Es verdad que no había otra manera de sentirnos mejor más que con la estrategia que seleccionamos?

En conclusión…

Chingaderas hay por todos lados, las que no sabemos cómo no dejar que nos pasen, las que inconscientemente nos procuramos, y las que no paramos a tiempo por la razón que sea (tal vez por una chingadera de pensamiento del tipo miedo o inseguridad).

No perdamos de vista lo importante que es: Poner(nos) límites, saber en qué momento parar, y tomar responsabilidad personal en lugar de ir por la vida en plan víctima.

A la chingada con nuestras autochingaderas si queremos reconducir nuestra experiencia de vida. No es necesario esperar a que nos llegue una desgracia o un sustito para que despertemos y reconduzcamos en pro de nuestro auténtico bienestar; ese que podemos agradecernos a nosotrxs mismxs al paso de los años.

--

--

Mónica De Salazar

Green MBA + #CreativeProblemSolving Consultant. Focused on Business Strategy for Digital, Social and Environmental transformation. Founder of @LifeStrategics.